Después de algún tiempo

Estoy en clase, bah, al menos mi cámara está prendida y mis auriculares me proveen las palabras que se supone que tengo que escuchar. Hablan del apego, de cómo les bebés lloran, miran y ríen para pedir mimos.

Mis padres no me buscaron, mi madre no me deseaba, más bien lloró un montón porque no me quería tener, o no sabía como iba a hacer. Una niña que anuncia su llegada sin que la otra cumpla un año, ciertamente algo demasiado caótico para alguien de 26 años. Nunca la voy a culpar por esto, y me da pena que ella haya sentido culpa por tener que cumplir ese rol de madre, por tener que aceptarme como regalo de Dios y por cargar con el peso de que esto me afecte como persona.

Hoy, al comienzo de la clase hicimos una meditación en la que nos sostuvimos a nosotres mismes. Si, lloré un montón. Tuve que cumplir los tres roles, de contener, de ser contenida y el de voyeur cariñosa, ver como sucedía ese momento de ternura desde lejos. Pero no pude hacerlo en su totalidad. No pude dejarme abrazar y sentir el amor que yo misma me estaba dando.

Al principio pensé, Ta, es porque no me gusta abrazar a los bebes.

Bueno, en realidad no es que no me guste, es que siento muy invasivo el pedir para sostener un bebé, hacerle mimos, darle besos. Gente desconocida tocando niñes, invadiendo su espacio personal. No entiendo ese imán extraño que parece tener una criatura bebé humana o de cualquier especie, que hace que todo el mundo quede embelesado y sienta la necesidad absurda de sujetar una cría.

Pero luego descubrí que probablemente sea una partecita de mi necesidad de apego, de que me quieran. De esa bebé nadando en la placenta que absorbió el llanto de una madre sin certezas, y que ahora no entiende como vincularse, pero que se vincula con necesidad de apegos estables y apegos fugaces. Que cuestiona los por qué de los abrazos, de los vínculos sexoafectivos, de la que hoy se pregunta si no debería abrazar más bebés.

Cuestionarme esto es lo que me mantiene cuerda.

Desde ya muchas gracias

La que escribe

PD: Mi mamá, mi papá y mi hermana fueron los vínculos más amorosos, reales y constantes que tuve en mi infancia, que se sepa que fui una niña felizmente criada y acompañada.

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