Se largó

Se largó, dijo mi papá y el fondo sonoro comenzó a envolvernos dentro de una cortina suave. La preparación previa a la lluvia en la casa de mis viejes tiene que ver con descolgar la ropa de las cuerdas, ponerlas en sillas y prender la estufa. A su vez poner palos al reparo. Esta tarea es mi favorita, siento como si mi vida por un instante tuviera que ver con la tranquila prisa de mover palos de lugar. Leña. Como si mi vida tuviera algo que ver con la leña. 

A papá le duele el tobillo y yo soy algo así como su che piba. Hay una melancolía que ronda por el living y que dos por tres te pasa por el pecho, o las cienes. Venir al pueblo tiene siempre una cuota de melancólico. Aunque también hay paz. Mezcla entre melancolía y paz. Recuerdo cuando era niña y se preparaba la lluvia, cualquier tarde de invierno donde todo se ennegrecía, los rugidos se acercaban de a poco y sacábamos del cajón de los medicamentos las velas de apagón (que después fueron velas de cumpleaños, pero esa ya es otra historia). Me gustaba la aventura que esto nos proponía, era como prepararse para algo distinto, nuevo, desconocido y un poco aterrador. Se cambiaban las lógicas diarias. El baño comenzaba a ondular al resplandor de la vela, jugábamos a las cartas por horas. Estábamos cerquita.

Estos días de llegar al país, del apuro de ya estar siendo parte de todos los proyectos, me han dejado en un zumbido rumiante sobre pensamientos culturales. Hay algo de irse por un rato que te regala nuevas visiones del existir. Reconozco mi uruguayés que simultáneamente me identifica y me repele. De a poco percibo que hay cosas que no tienen por qué ser así, no tengo por qué actuar así. No tengo por qué pensar que es un planazo tomar mate y comer bizcochos. Hablo del ritual. Al viajar encontrás tus nuevos rituales o tus propios rituales. Decidís. Al saber decidís y no es tan impuesto. Siento la necesidad de decir que no hay nada de malo en mi cultura o en quienes decidan seguir las lógicas culturales uruguayas, pero entiendo que es mi necesidad de ser políticamente correcta, de no dejar a nadie afuera, de no hacerme la international. No expresar, ni resaltar, ni decir acá estoy. Soy tan uruguaya, en todos los sentidos, con todas las connotaciones.

Navego cual barquito de papel entre las opciones y decisiones: lento, chocandome con los bordes del cordón de la vereda. Dos por tres me embalo y voy derechito, hasta encontrar una rama que me frena y necesito de ayuda externa para destrabarme. La abuela Dora nos daba los diarios viejos y nosotras hacíamos competencia a ver cual barquito duraba más. Ahora no quiero ver cuanto duro, ahora quiero comprender qué dice el papel del diario y que tan divertida puede ser la corriente. Y aunque en mi pecho se sienta como goma derretida pegoteada a los órganos internos, hay unas luces que lo atraviesan. Algo así como la fe. 

No se que sigue, hay algunas certezas, pero no tengo ni idea. Por ahora, disfruto pensando que tengo la oportunidad de prepararme para la lluvia, con lo que ya sé que tengo que hacer y las sorpresas inesperadas del camino.

Solo me queda por decir: qué bueno que volví, qué lindo este país. 

Uruguay nomá.

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