Sistema radicular
Ayer nevó y hoy escucho Bon Iver mirando una ventana invernal. Cómo pueden cambiar los paisajes en los que una escucha Bon Iver. Los aires de melancolía, o malinconia, toman este domingo en el que tengo que trabajar. No me preocupa, no me desagrada, estoy acostumbrada a trabajar los domingos. Quizás no en una oficina respondiendo mails, pero si a hacer, a tener que hacer.
Estos días he pensado mucho en las comunidades, principalmente porque ayer, además de ver la nieve caer, tuvimos una asamblea para pensar, debatir, construir y reconstruir Agape, el centro de campamentos en donde estoy haciendo mi voluntariado. Éramos tantes, tan extraordinariamente tantes, que me encandilo cuanto significa un proyecto como este para toda esta gente. A veces también lo significa para mi.
A lo que iba, comunidades.
El concepto de comunidad proviene del latín communis, que significa personas conviviendo juntas en un espacio, compartiendo algo, convivencia, comunicación, unidad.
En mi vida siempre he estado rodeada de comunidades. He tenido la inmensa fortuna de pertenecer a tantas diversas en cuanto a lugares, edades, objetivos, personas. Personas conviviendo juntas en un espacio. Me crié comunitariamente y crecí comunitariamente. Es imposible no pensarme como individua en relación a grupos. Quizás sea mi marte en casa 11 que me obliga al hacer comunitario, quizás sea mi parte mas valdense. No lo se. Quizás esto explica de alguna forma mi interés por la identidad y por la individuación.
A lo que voy es que no es changa. Lo que vivencié este fin de semana es que las comunidades son difíciles, son un lugar de transformación, de desafío constante. Convivir con otres en sentido comunitario va en contra de todo lo que nos viene dicho y enseñado y entiendo por que - qué poder. Hay que escucharse. Hay que atender los dolores de otres y los dolores propios, hay que trabajar con todo lo que arde, con las cascaritas peladas, con los llantos reprimidos. Y las comunidades viejas tienen eso de que guardan tantos rencores con los años, tantas cosas no dichas, no escuchadas.
Hoy hablamos de qué era la belleza para nosotres, obligándonos a nombrarla en algo concreto y todes dijimos algo relacionado con la naturaleza. La nieve cae y yo me pierdo mirando mi galería de fotos, hace no mucho, en este mismo lugar, estábamos haciendo campamentos de verano. Procesos naturales de hojas y agua y nieve y rallos de sol. Incluso las personas que me parecen bellas son naturaleza. En esto comunitario encuentro, así como en la naturaleza en movimiento, la belleza de sabernos cambiando, sabernos muchas veces inciertes pero yendo hacia algún lado, sabernos siendo escuchades por quienes acompasan nuestro proceso con el camino individual. Sabiendo que hay redes que parecen huecas pero están llenas de nombres que sostienen.
Y pienso en mi mamá cuando fue a cantar la canción del tío Mario veterinario y a explicarnos la vida de las plantas a la escuela. Nos enseñó sobre los procesos, sobre el nutrir, sobre las semillitas dormidas en la tierra. Sobre el agua que tiene que caer y bañar. Así enraizarse. Así dejar que las raíces tomen lo necesario. Y como hacen para saber? Las raíces siempre saben. El cuerpo siempre sabe. Tener paciencia. Hasta ser como árboles en un sistema radicular.
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