En un transcurso
Miró para afuera con un pesar hondo en el cuerpo. Una sensación de desemboque, de cansancio virtual. Las cosas venían pasando tal como las imaginaba. Los trabajos llegaban lentamente y aunque la inestabilidad fuera la constante, llevaba la calma de quién ama lo que hace. Se miró a si misma en el vidrio del auto que la llevaba por la ciudad y vio las ojeras y los pómulos altos acompañar una sonrisa al revés. ¿Qué estaba pasando?
Su amiga iba atrás aparentemente fascinada con un TikTok porque no paraba de reproducirlo sin parar. O quizás estaba viendo muchos videos del mismo trend. No sabía como funcionaba TikTok pero tenía sentido que pudieras ver todas las versiones de un mismo trend juntas y así elegir cuál era que te gustaba más para compartir o ponerle me gustas, algo que ella se negaba a descubrir empíricamente. Miró al chofer que le devolvió la mirada de reojo, la complicidad instantánea.
¿Qué andas amiga? Nada, me colgué mirando boludeces. Boludeces. Me colgué mirando boludeces. ¿Son realmente boludeces? Una ansiedad de esas chiquitas se le pegó en la parte de atrás de la nariz y llegó hasta sus maseteros. Sabía que tenía un problema de control, pero últimamente se lo despertaba de sobremanera el pensar el poco control que tenía sobre las cosas que consumía - las boludeces. Mirar boludeces, comprar boludeces, escuchar boludeces, comer boludeces. ¿Por qué alguien elegiría, en su sano juicio, consumir boludeces? La cosa era un poco eso, que no había tal elección. Se empezó a preguntar cuántas cosas ella elegía concienzudamente, cuántas cosas elegía por deseo o por placer. Miró para afuera nuevamente y al ver como la gente caminaba con sus celulares se sintió parte de un presente distópico. Miró al chofer con su reloj inteligente y se sintió controlada. Miró la calle. Los semáforos. Los escaparates de las tiendas. Miró hacia afuera y no pudo hacer más que suspirar.
Quizás por eso el mundo mental interior estaba siendo su refugio más seguro, aunque se cansara de si misma, cualquier cosa era mejor que asumir la realidad afuera de sus ojos. Deberían poner un límite de las cantidades de veces que podés descargar instagram en un celular. Deberían haber menos alertas y más invitaciones. Se sintió usada y ultrajada, invadida. Sin darse cuenta, la imagen en la ventana le reflejaba las gotas que corrían por sus mejillas.
Amiga, estás bien? Mirá que ya llegamos. Dejame llorar, necesito llorarme y que caiga agua sobre todo lo que me rodea, sobre todo lo que pueden tocar y abrazar mis manos, que me sirva de piscina para flotar. Dejame que si lloro destrabo el cuello y el pecho. Dejame irme si lo necesito. Si, no se, creo que se me metió una pelusita de mierda estas.
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