Algo en la cabeza

Una vez más el miedo a tener algo en la cabeza lo azotaba y cuando pensaba en eso, se acordaba de su psicóloga diciéndole claro que tenés algo en la cabeza: cerebro, cerebelo, neuronas, ideas. No Marta no, el problema es tener un algo grave. Un tumor, una deformación, un pedazo de cerebro que quedó frito después de aquella electrocutada, un virus que le va lentamente comiendo el cerebro, un Alzheimer temprano. El problema más grande no era el miedo a morirse, aunque a veces podía entrar en el espiral ansioso de una humanidad desaparecida gracias al descuido de los recursos, hecho que confirmaba cada vez que se encontraba sudando sentado. No, ese no era el problema.

Aunque uno de sus pensamientos recurrentes era la posibilidad y el terror de morirse joven, reconocía en su hipocondrismo la necesidad de hacer atención sobre algo que no iba del todo bien. Ya desde su niñez le habían pasado este tipo de cosas, es cierto que su primer ataque de pánico fue a los seis años cuando fue corriendo al cuarto de sus padres diciendo que no podía respirar. Se acuerda que después de eso tomó una cocoa calentita y comió pan con manteca y azúcar mientras miraba dibujitos y su madre le hacía mimitos en la espalda. Seis años, la misma edad en la que empezó a ir a terapia. Fue ocho meses para tener un diagnóstico que básicamente fue resumido en: Este niño tiene miedo a morir.

A partir de ese momento las cosas se pusieron raras. Una se podría preguntar, cómo se enteró el niño del resultado? Pues los adultos hablan de estas cosas en frente a les niñes. Hoy lo recuerda porque si hay algo que tiene es buena memoria para cosas que habían pasado más de 20 años atrás. Como decíamos, esto fue un antes y un después en su dulce niñez: había dejado de subir a la copa de los árboles para pasar a subirse sólo hasta las ramas del medio, ya no jugaba con pelotas debido al riesgo de pegarse fuerte, ya no salía a andar solo en bici por miedo de caerse en la cuneta. Toda su personalidad se envolvió en papel de burbujitas que se guarda sin explotar. A los 9 tuvo más crisis, de nuevo a los 15 y por último a los 21. A veces se acuerda de lo que se sentía. Fue a terapia, aprendió, hizo todo el trabajo y ahora sabe qué hacer cuando vienen, los amigos lo llaman el ESPi (especialista en situaciones de pánico y la i es para volverlo más cariñoso o para pijearlo un poco más) 

Habiendo formado su personalidad con esto, podemos entender un poco sus miedos hoy. Él entiende que no hay nada mal con su cerebro, lo sabe en lo más profundo de su ser como cuando tiene estas intuiciones extrañas, otra cosa que de niño lo acompaña es el sentirse seguro de sus ideas sin saber por qué las tiene. Es como una especie de viejo que vive dentro de él, o quizás es como dice Juampi, parece que él tiene un alma vieja. Para y se pregunta qué está necesitando hoy de este mundo que le pesa. Que es lo que hay en su cabeza que no lo deja dormir en paz, porque desde hace dos meses (sin contar una noche que estaba muy ebrio) se despierta de la nada y se vuelve a dormir. Piensa que quizás es el viejo que está pesándole en la cabeza o quizás es un alma en pena que se pegó a él y está buscando la liberación o quizás es que el viejo en verdad se despierta en las noches porque tiene incontinencia y necesita mear o quizás no tiene nada que ver con el viejo y tiene más que ver con él que se dice tranquilo pero en realidad todo lo asusta un poco. 

Dejar su carrera, volver a estudiar algo nuevo. Empezar. Estar copado y sacar buenas notas. Pero a veces eso no alcanza cuando siente que se falla a si mismo por perder el tiempo. Eso es. Miedo a perder el tiempo porque tiene miedo de morirse joven porque siente que a veces no le encuentra sentido a la vida pero tiene que hacerse cargo de sus acciones prenatales y de alguna forma cubrir el lugar del hermano gemelo que se comió en la panza y de la vida que no le dejó tener. Debía de hacer todo por dos. Miraba a su madre y se cuestionaba si en realidad había sido una liberación o una tragedia el haber evitado un parto doble, una crianza doble, el doble de gastos, el doble de vómitos, el doble de pañales, el doble de berrinches, el doble de abrazos, el doble de risas, el doble de enseñar a andar en bici. Por qué era tan romantizado el aprender a andar en bici? En fin, sabe que su madre se pregunta qué hubiera sido cuando deja su mirada ausente al comer cereales con leche de soja de mañana, o cuando ve gente con ropa combinada, o cuando mira programas de chimentos con su abuela las 15:30. La abuela también se lo pregunta y está bien, él también se lo preguntaría y de hecho, se lo pregunta. 

Quizás el viejo que habita en su mente es en realidad su hermano que quiere acompañarlo, pero soltá Bruno. No te tocó a vos, perdoná que te comí bro, pero yo no puedo vivir con este peso en la cabeza todo el tiempo, necesito sentir que está bien que yo viva sacás? Necesito sentir que puedo hacer cuentas cerebrales sin una voz que me diga que la estoy haciendo bien o mal. Basta Bru. De verdad, sos libre. Ahora prendo esta vela, pienso en vos y pienso en que salgas de acá y que seas libre, que dejes mi cuerpo y que seas libre. Ahora podés subir para bajar de nuevo en la próxima vida que nazca, la próxima sale te juro. Te amo, disculpá y gracias.

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