Las velitas de cumpleaños
En enero cumple una amiga muy amada, bah, cumplen más de una amiga muy amada, pero esto no viene al caso. En esta ocasión especial, M tenía el temor de muches de estar sola el día de su cumpleaños, pues enero vacaciones viajes playa etc, pero nunca en todos estos años de amistad he encontrado pruebas que respalden su estado de alerta. En fin, luego de cantar el feliz cumpleaños en dos tortas diferentes y de pedirle gritando que piense sus tres deseos antes de apagar la velita, otra amiga le gritó que dijera sus deseos en voz alta. Claramente, la multitud cumpleañera se manifestó en contra de esta proposición, bien se sabe que los deseos que se dicen no se cumplen. Al explicarse, ella sostuvo que la mejor forma de hacer que un deseo se cumpla era manifestárselo a la gente que la quería: entre más personas estuvieran en conocimiento de lo que anhelaba, más la podíamos ayudar a que se volviera realidad.
Me fui pensando en muchas cosas de ese cumpleaños, pero en lo que más pensé fue en la idea de desear en voz alta y que se haga realidad, en apoyarse en les demás para que nos ayuden a realizarnos. Toda mi vida, influenciada por la competencia capitalista y en mi ascendente en escorpio, desconfié de la idea de exteriorizar públicamente lo que deseaba. Siempre alerta a que alguien me lo pudiera estropear, coartar o dañar a consciencia o inconsciencia. Las ideas son perfectas, propias e intocables. Una vez afuera, siendo parte de la realidad, se rompen, se desconfiguran y las expectativas que creo no tener se parten como copa en el piso, manchando de vino toda la alfombra.
En este momento me dan ganas de hablar de dos cosas: 1) desear es egoísta y 2) las ideas y la identidad
1) Desear es egoísta
Los deseos de ser una persona que quiere llegar a lugares, obtener títulos, trabajos y logros x, más allá de que conscientemente piense lo contrario, en el plano de los sentires me encuentro egoísta por poner mi deseo en frente del de otres. La vocación de servicio que tiñó toda mi crianza, la cual agradezco la mayoría del tiempo, me hace pensar en que desear alcanzar metas es dañino para mi misma. Si las cosas se dan, se agradecen con el pecho abierto y se reciben con amor y si no se dan, no serán y listo. ¡Qué suerte que se me han dado las cosas! y cuántos privilegios tengo que puedo pensar en esto ahora. De todos modos a veces me pierdo ¿Qué quiero que se me de? ¿Las oportunidades que se me dan las deseo o es lo que se supone que debería desear?
Mi amiga T se ríe porque siempre se cumplen mis pequeños deseos, dice que estoy conectada con algo y razón tiene, muchas veces he comprobado que cuando pido algo se me aparece: ya sea comida gratis porque tengo hambre, tomates cherry, mensajes habilitadores o incluso ofertas laborales. Muchas veces llego a pensar que esto hace que transite menos los caminos del esfuerzo para lograr cosas, porque generalmente sucede de forma contraria.
Hasta que me encuentro con esos deseos recurrentes y que hasta el día de hoy no he logrado, como dirigir una obra de teatro, estudiar Bellas Artes o hacer crecer mi carrera de actriz. Se que estos deseos, junto con el de editar una revista, implican que yo me mueva hacia ellos, que me mueva en dirección de las rutas necesarias. Ciertamente estoy más cerca de empezar estos caminos, cada vez más cerca de hacer el trabajo duro con las ganas que requiere. Quizás lo que esté haciendo en este blog es poniéndolo en la nube, para que cuando alguien lo lea lo piense como real y que de alguna manera me quiera ayudar a que suceda, casi como si fuera mi cumpleaños y estuviera a punto de soplar las velitas.
2) Las ideas y la identidad.
El otro día hablaba con S que finalmente asistió a un tan ansiado taller de cerámica y se frustró, ella creía que el día en que se enfrentara al torno y a la arcilla, todo se le iba a dar de manera mágica. No fue el caso. Ir a la clase le mató la idea perfecta de que moldear iba a serle sencillo, de que gracias a su delicadeza, persistencia y paciencia, se iba a entender con el torno, con el agua y con el barro. Fue preparada a triunfar y acabó frustrada al ver que todo le llevaba más tiempo y trabajo del que esperaba. Vivenció un choque identitario.
Este nombre tan fantástico se lo puse yo: CHOQUE IDENTITARIO. ¿Cuántas veces tuvimos un choque identitario, para bien o mal? ¿Cuántas cosas creemos que podemos hacer y cuántas podemos realmente? ¿Qué tan abiertes estamos a experimentar con nuestras capacidades? ¿Y con nuestra identidad?
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