Ese chirrido

Fui a buscar unas ramitas para prender el fuego, con estas astillas solas no voy a lograr nada. Abrí la puerta de la cocina que habité por tantos años y un sonido de particular familiaridad me trae y me reconforta. Se genera una conversación entre mis neurotransmisores perceptible en la pequeña sonrisa que esbozo cuando el frío impacta en mi cara calentita. Miro hacia arriba, el sol está en un lugar que me parece prehistórico. Todo se ve tan grande, tan majestuoso. El otoño impactó en mi hogar de la infancia, el patio se tiñó de amarillo y las maderas mojadas del rocío intenso nocturno me recuerdan una vez más que lo fílmico está en abrir los ojos. 

Muevo las astillas, intento agarrar las de más abajo porque no quiero prender la estufa con palos mojados, agarro unas ramitas. Un pino. Quizás es el pino de navidad que se fue secando. Entro. Otra vez ese sonido. Sonrío sin darme cuenta. Sonido que esperé, sonido que me mantuvo atenta, sonido que me avisó, sonido de bienvenida, sonido de despedida, sonido del Loki rasgando para entrar. Tengo las imágenes de mi cocina. Me visitan las mil y una tortas de cumpleaños, las partidas de War en las que dejé de participar y los millones de juegos de mesa. El empezar a cocinar y los refuercitos de lomito ahumado y queso sandwichero del Lover. Cae el recuerdo de cuando me dijiste que te gustaba que no usara soutien, yo tenía el vestido de pescaditos y nosotres ya no estabamos saliendo. Cuando se escondieron mientras hacían las pizzas. Cuando nos enteramos de que iban a venir mis primos porque no tenían donde más estar.

Miro mi celular. 9:33. No tengo el celular en sonido, ni en vibrador. Generalmente las personas que nos llaman son o compañías de teléfono o familiares. Mi familia no me llama nunca. O mejor dicho me llama muy poco. No se cuándo fue la última vez que hablé con mis xadres por teléfono y no es algo que desee en el plano de la primera consciencia. Tengo la paz mental de saber que me aman y la seguridad de la red cuando les necesito, o cuando me necesitan. Mi familia no me llama y yo pienso que a veces siento que estoy por fuera de mi núcleo familiar. Hay cosas que no me entero por habitar otra ciudad y lo agradezco, pero también muchas veces me convierto en la que no está, la que tiene cosas más importantes para hacer. Me pregunto si esta escritura diario íntimo es interesante para alguien, para mi lo es.

Agrego papel, sin querer pongo una bolsa de farmacia con millones de tintas y al quemarse empieza a apestar a plástico y mala decisión. Ya es tarde. Agarro otro papel, otro. Hojas A4 con planillas. Mis xadres no me llaman y yo hago lo que sea para que me vean. Para que vengan a verme. Para que me noten. Eso en el plano inconsciente. Se escucha el crepitar de los palitos y se que con un papel más lo logro. Creo que hago más cosas para justificarles por qué vine al mundo que por justificarme la vida a mi. Hago lo necesario para sentir la aprobación. No fui deseada, ni mi sexo fue el deseado. Nací mujer y eso me define también. Elles querían un varón. ¿Qué va a pasar con el apellido de la familia? Prende con fuerza el fuego y pongo una astilla por encima. Listo. Pongo otra astilla a secar al lado y suena el chirrido de la puerta de la cocina. Mi padre entra y me dice hola negrita, vine al baño. Pienso que mi padre está demás y que espero que cuando se jubile mantenga el júbilo. Me felicita por prender la estufa, me da un beso y me dice nos vemos. Chau pa. Nada que agregar. Miro el fuego mientras escucho la puerta cerrarse y decido mirar home and health. Queda poco para mi viaje y encarar cualquier cosa me resulta imposible. No me aguanto la ansiedad. La reconozco y la quiero dejar ir. Respiro. Miro el fuego. Prendo la tele. Cambio el canal. Veo que en un lugar pasan May Day desastres aéreos y siento el frío corriéndome en la espalda. Pongo mi espalda contra el fuego. Llego a home and health. Remodelaciones en familia. Meh, por hoy está bien

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sistema radicular

Algo en la cabeza

Apagar la humanidad