Shock cultural
Me preguntaron sobre el shock cultural y yo me olvido. Es parte. Entender que estás en otro lado. En el norte el shock cultural era casi inexistente y lo digo de verdad. Las caras de las viejas son las mismas caras de las viejas de Valdense, son las mismas señoras que caminan con sus chismosas o que se pelean por los postres en la fiesta de la cosecha. Es igual pero hay montañas y se habla en italiano. Aunque hay mucha gente que me habla en español. En los vallas se respira ese aire fresco, lejano, casi expulsado por los árboles para ser respirado por la vida que los rodea.
El sur. Sicilia, Scicli. Todo es de un color amarillo clarito y de un catolicismo celeste que adora a las Madonnas. Las flores rosas y fucsias en esos escasos árboles verdes contrastan con los años de vida ancestral que tiene el pueblo. Este pueblo vivió el medioevo. Se habla en italiano a los extranjeros y se habla en siciliano para adentro. Que el siciliano sabe ser una mezcla de todos esos años y que termina teniendo un dejo asiático al oído. Y los varones.
El choque cultural más grande que sentí fueron los varones. Varones que te miran de arriba a abajo, que ganan la caseta, que gritan ¡Chao bella!. Varones. Varones en las calles. Cuando leí sobre el espacio público perteneciéndole a lo masculino lo había entendido pero hasta ahí. La verdad es que vivir las plazas a las cuatro de la tarde y que sólo hayan viejos sentados en bancos, es espeluznante. No puedo ser yo la única mujer en una plaza llena y sin embargo lo soy.
Estoy sola. Y de repente estoy incómoda y de repente me quiero quedar como signo de resistencia y de repente no quiero que me miren más, que me guiñen más, que me hagan sentir como un pedazo de carne, un animal del zoológico, una exposición de feminidad. De repente me encuentro parada, caminando, yendo a mi casa. Pero en el camino no le sonrío a ningún varón. Me quedo caminando siempre por donde vengo, no bajo la cabeza y avanzo.
Llego a mi casa después de pasar por ese café del demonio y aflojo. En la calle performar como una mujer fuerte es necesario y agotador. Por suerte, dentro del espacio privado me esperan otras, con tecitos, abrazos y debates. Pienso que no estamos tan perdidas y que el futuro está en nosotras.
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