Por unas semanas no escribo

Que locura de subir semanalmente un escrito al blog. Me siento orgullosa de mi misma por haber sido constante en todo este tiempo. Pero ahora que me voy a las montañas por un par de semanas me doy cuenta de la imposibilidad de escribir digitalmente que esto conlleva. Me gusta sentir que realmente me importa serme leal con mis decisiones de crecimiento. Porque esto es lo que es y fue el blog, quise ponerme adelante, quise escribir y hacerme consciente de que soy capaz de mantener una constancia, aún cuando parecía imposible. Quise hacerlo porque crecer sucede cuando las cosas se hacen, más allá de si salen medio mal, con miedo de quién leerá lo que escribiré y con el censor siempre listo para atacar. Aprendí en estos 7 casi 8 meses.

Estas semanas, de todos modos, voy a dejar ya programados escritos viejos, cosas que por algún motivo están guardadas en una carpeta de drive que le puse Retazos. Lo que dejo hoy fue lo que escribí cuando la nombré:



Le puse a esta capeta retazos. Retazos. Qué irónico, ponerle a algo así retazos. Como si mi vida fuera una tela, un entramado o mejor, como si fueran muchos entramados juntos

A veces me siento así, como mucho de pila de cosas diferentes, hoy soy un pedazo de tela, mañana seré otro. Quién nos dice que no sea un pedazo de tela diferente a cada minuto, o un gran entramado de miles de telas, que se van cosiendo, descosiendo, uniendo, plegando. O que no sea la composición de todos los retazos que están por ahí cosidos con una lana verde de frazada de abuela. Yo me siento bastante frazada de abuela, de esas que creaba la abuela Dorita con todas las lanas ya utilizadas que yo ayudaba a destejer. Hay algunas lanas nuevas, eso me gusta. Me gusta que hayan lanas de todos los tiempos componiéndome. Y me gusta la idea de que me hayan hecho manos de abuela amorosas.




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