Antes que nada estaba ella sola
Antes que nada estaba ella sola. Buscaba las llamaradas dentro de lo que existía, de lo que comprendía. Cada vez se sentía más adecuado, más intrínsicamente único. Deseaba la paz de las situaciones, simpleza de la vida estable y bien vivida, sentirse entera. En realidad aquello que mucho tiempo había pensado que eran sus cadenas, era su arrullo de luna, el lugar desde el donde crear. Fue así que dudándolo escapó de las tres puertas bloqueadas, de los cuadros con imágenes de personas que existieron hace al menos un siglo y del chirrido del piso viejo de madera en esa antigua iglesia que la hospedaba. Gustó de caminar descalza, la madera dio paso a la piedra fría repleta de materiales de construcción, atravesando luego el pedregullo del estacionamiento. Lo sintio todo, lo importante era caminar. Se detuvo cuando llegó al pasto sin cortar, que dependiendo de los lentes que te pongas puede o estar lleno de malezas o decorado con las flores que pertenecen a esa tierra. Inició a sentir,...