Navegando en ideas empilchadas

Hoy casi me compro un libro. Si, hoy domingo. Había una librería abierta y yo no pude dejar de pedirle al grupo que me acompañaba si no quería entrar conmigo. Domingo de librería es como un domingo en una Tristán Narvaja que de cerca pienso que está sobrevalorada pero que cada vez que alguien hace alusión a alguna feria no puedo evitar extrañarla un poco. Por suerte me dijeron que si.

Entré y dije guarda che bella. La señora del local me miró y sonrió, si señora, soy extranjera y siempre digo che bello. Mientras L me mostraba unas montañas pintadas en acuarela y yo ya lo extrañaba de antemano, busqué en todas las secciones algo para leer. Qué difícil esto de animarse a adquirir un libro en italiano, más porque mis decisiones literarias rondaban lo ensayístico. Sólo paré cuando uno me sacó esas chispitas de las que habla Marie Kondo: El libro de la moda anticapitalista. ¿Puede la moda ser anticapitalista? Mirá este libro. Me dijo ya hablamos de esto y le dije si, pero me encantaría saber que piensan otras personas y así seguir ampliando mi pensamiento. Sonreímos. No dice en ningún lado cuanto cuesta. Está escrito acá. Ok, bueno, no se si estoy para gastar 25 euros hoy.

Obvio que no lo compré, pero se que está ahí y sinceramente dudo que alguien de Torre Pellice lo quiera comprar pronto. Agarré el celular después de una jornada larguísima de ir a Torino y volver, hablar en 3 lenguas a la vez y encontrarme un piojo, y me topé con un video de instagram. Otra vez la moda. Otra vez el consumo responsable. Otra vez la identidad y la creatividad en nuestros cuerpos enropados. Una muchacha terminó una entrevista y dijo algo así como tenemos que dejar de pensar en términos de consumidores y pensarnos como dueñes, me hizo a la vez sentido y ruido.

Hoy, que solo tengo una valija repleta de pilchas que uso rara vez y que ayer me di cuenta de que llevar libros&libretas a una excursión en la montaña hace que todo se vuelva más pesado dejando a un pecho atascado y una vista vertiginosa, puedo decir que mi percepción sobre ser dueña ha siempre sido especial. Nunca me creí dueña de tantas cosas, más bien todo lo contrario, siempre me sentí bastante conforme con las pocas pero buenas cosas que me pertenecían. Hoy puedo decir que me siento dueña de menos cosas aún, un poseer que a veces me hace feliz pero que otras me conflictúa. Me molesta pasar tanto tiempo en el tetris valijero, aunque al lograrlo la satisfacción es tremenda. 

Hoy agradezco ese desapego porque me hace sentir más liviana. Se va creando en mi esta identidad fricchettona* mesclada con la concepción estable de la importancia de las posesiones. Por ejemplo, se me rompió el vestido de pescaditos y aún no he encontrado el mejor modo de despedirme y hacerle honor, por lo que lo sigo metiendo en la valija hasta que sepa qué hacer con él. Lo que me pasa es que domestiqué este vestido y es importante para mi porque es único en el mundo. A eso voy con las pertenencias, somos responsables de nuestras rosas. 

Cosas, perdón.



* Vendría a ser hippie.

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