Que sea espectacular o que no sea
Una piadina sin gluten, un queso mordido y un poco de miel eran su desayuno apurado de domingo sobre el bondi que la llevaba al pueblo. Casi correr (y que se entienda el casi porque negada estaba a correr tan cargada) la había llevado a sentir la remera pegada en todas las partes mojadas de sudor. Debía llamar a su madre para darle explicaciones, era la primera vez que llegaba tarde a un evento familiar importante y sin dudas, algo de miedo tenía.
Su madre era una mujer generalmente tranquila y sonriente, sus harapos flotaban al caminar con los pies enraizados en la tierra mientras se movía por el pueblo. Pies descalzos que la caracterizaban a cada paso. Su niñez había transcurrido en una casa de campo rodeada de vacas y plantaciones de papas, donde había tenido la oportunidad de oler las flores del jardín de su abuela cada mañana fría y de ir a caballo a la escuela con sus hermanos. Una pensaría que después de haber vivido, estudiado y trabajado en la ciudad, la costumbre o la presión social de las suelas hubieran acabado con la supuesta absurdidad de tener sus pies libres pisando el cemento, pero ella se jactaba de ser esa persona que nunca había desaprovechado la oportunidad de andar descalza. Incluso hoy, en su consultorio, invita a los pacientes a descalzarse para estar más conscientes de los cimientos que les sostiene.
Pero seamos honestes, su madre era tranquila y comprensiva, pero más que todo eso, era amante de su familia. Con sus dos hermanos habían pasado por algunos de los calvarios que una familia promedio pasa, pero el accidente de tractor que se llevó la vida de su padre cuando elles estaban empezando a estudiar les tomó por terrible sorpresa. Sus hermanos mellizos, Mapelo y Pamelo De Las Flores, eran solo dos años mayores que ella. Mapelo estudiaba ciencias agrarias, por lo que tomó la responsabilidad de cuidar las tierras familiares, mientras Pamelo tuvo que dejar de estudiar comunicación para pasar a estudiar contaduría. La familia lo necesitaba. Los problemas comenzaron cuando las plantaciones de papas dejaron de funcionar y todo se empezó a secar drásticamente. En medio de una crisis, buscando unas hierbas para un té de yuyos que calmara los nervios, encontraron un paquete que decía en la cursiva de su padre "semillas de girasol - buena cosecha", por lo que decidieron darle una chance. Dicho al hecho, las semillas crecieron rápidamente y pronto la tierra que antes estaba cubierta de papas pasó a ser un campo de plantas de 3 metros de altura obsesionadas con el sol. Por suerte, con todo esto de las nuevas tecnologías Pamelo se lleva bien, y gracias a sus esfuerzos en mantener las redes y las comunicaciones de la empresa familiar a flote, rápidamente se convirtieron uno solo en una plantación de girasoles, si no en un agroturismo para los fanáticos de esta vibrante flor. Desde aceites y cosméticos a pipas salteadas con sal, el negocio familiar experimentó un crecimiento que movilizó al pueblo y lo volvió un punto turístico en medio de la nada. En medio de los girasoles fue que Mapelo conoció a Fabricia, o la tía Fabricia. El segundo verano de cosecha, cuando aún no contaban con la maquinaria necesaria, pusieron un afiche en el almacén del pueblo que decía "zafra de cosecha de girasol" y siete personas se inscribieron a trabajar, una de ellas era la joven Fabricia, que apenas había cumplido los 18 y necesitaba ahorrar el dinero para mudarse y empezar a estudiar en la capital. Cuando la vió, Mapelo quedó completamente enamorado de ella y para probar sus buenas intenciones, le pidió a su hermano que no lo delatara y dijera que él era el único jefe. Él quería que se enamorase de su persona, no del poder que le daba el ser un emprendedor de girasoles. Así Mapelo empezó a trabajar como uno mas de los zafrales intentando ganarse su amor sin diferencia de clase. Una mañana mientras cosechaban, ella lo miró diferente y le sonrió negando con la cabeza, Qué pasa? Dijo Mapelo emocionado. Es que en vez de enojarme prefiero reírme. Contestó Fabricia. Pará, qué hice?. Vos te pensás que soy tarada? Ya se que sos el jefe, sos igual a tu hermano pajero. En ese momento se empezaron a reír y ella le encajó un chupón que se convirtió en chuponeo desenfrenado para terminar en un sexo amoroso entre las flores secas. Fabricia volvió de estudiar el siguiente verano y se hicieron novios un año después del día de la primera vez, solo que esta vez le costó a Fabricia un parto 9 meses después. Así nació su primo Joaquín, que hoy bautizaba a su primer hijo Manuelo.
Hoy era un día importante para su familia. Cuando se lamió los dedos llenos de miel con el mismo goce que arrepentimiento inmediato y vió el mensaje de su madre demorás?, entró un poco en pánico de irresponsabilidad. Ya se había quitado el maquillaje de anoche y maquillado de nuevo acorde a un bautismo, aunque el negro profundo de la sombra había sido dificilísimo de sacar del todo. ¿Su madre lo notaría? Seguro si. Para ser una hippie cara lavada tenía muy claro cuando alguien usaba maquillaje y siempre le atribuía algún otro significado, gajes del oficio. Lo mejor era decirle la verdad. Escribió: Mamá, llego directo a la iglesia, no salgo con ustedes. El bondi no me paró, perdón. te amo💝 y lo envió. Bueno, hablando de honestidad, sabemos que eso no era verdad. Ella quería en verdad confesarle aquella que era identitaria: estaba empezando a hacer música y anoche había tenido su primer toque como corista en una banda de punk. Se miró en el vidrio del ómnibus y se preguntó por qué le costaba tanto decírselo, su madre siempre la había aceptado como era, pero a esta altura de la vida ella estaba siendo un poco diferente de lo que alguna vez fue. Ella estaba buscando su propia identidad. Agarró su pequeña libreta rosada y una lapicera sin tapa que la llevó a hacer unos rulitos en la última hoja hasta sacar la tinta, y empezó a escribir una canción.
Esa misma tarde, ya en casa, agarró una base que tenía armada, ajustó el texto y grabó su canción dentro del ropero: MAMÁ, SOY PUNK. Una vez terminada, tomó un cd virgen del pack que había comprado años atrás, le metió unas canciones de Enya y de Evanescense que le hacían pensar en su mamá para alivianar el terreno, y por último su canción de confesión. A la mañana siguiente lo iba a dejar en el correo y esperaría una llamada o mensaje de su madre días después. Se sintió orgullosa de su plan, es que si vamos a confesarnos que sea espectacular o que no sea.
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