Afuera del portón de la escuela

Te vengo a buscar a la escuela. Otra vez. Decirlo me queda extraño. Por mucho tiempo creí que jamás me encontraría en esta situación. Estoy rodeada de padres, madres, tutores que hablan mil lenguas distintas y pienso en cómo se comunican estes niñes, ¿vos podés expresarte? ¿Te entienden y los entendés?

Cada vez somos más afuera del portón y los recuerdos de mi niñez me golpean como estos latidos mandibulares. A nosotras nadie nos iba a buscar a la escuela. No me molesta, o al menos eso creo. Que no, no me molesta. Había algo de importante, el sentimiento de una independencia temprana, podíamos hacer nuestro camino sin que nadie pusiera resistencias y había cierta libertad en el decidir pasar por la casa de mi abuela y comer un postre antes del almuerzo o de llegar tarde porque me colgué charlando en la puerta de mis amigues.

Y ahora no sé, son tantes. No sé si es que esta escuela está llena de niñes (seguramente cuatriplican la cantidad del lugar donde me crié) o es que los padres les importan más sus hijes. O tienen más miedo. Estoy segura de que tienen más miedo. Y un poco tiene que ver con el cuidado y otro poco con la posibilidad de decisión. Quizás estes niñes toman otras decisiones que yo ni me imaginaba de poder tomar cuando era chica.

Te busco entre xadres y niñes que corren expectantes al abrazo con el ansia de llegar a casa a tomar la cocoa calientita. ¿Vos querrás algo? No lo pensé. Debería haberlo pensado, quizás. Yo no tengo tanta hambre aún, pero quizás vos sí y quizás estuve un poco egoísta. Todes les niñes que están saliendo agarran galletitas y jugos, y me hace dudar. Les niñes, como les taurines, necesitan alimentarse bien.

Hay algo hermoso en verles esperar en las filas, moviéndose nervioses, saludando de lejos para después salir corriendo desesperados. Vos no estás en ningún lado. Ok. Si no te veo, me verás. Es que más que esperándote, estoy esperando que me mires con tus ojos encendidos y espectantes, que me cuentes tu día, que tus labios se reencuentren con los míos y que me agarres detrás de la nuca. Espero que intentes hablar español y que te guste el libro que te compré.

Saludas a los padres que te preguntan cómo estuvieron sus hijes hoy y pienso que tenés un llamado hermoso, un laburo hermoso. Se ve, en tu cara, en la de les demás, salís pintado de colores, con una sonrisa que te atraviesa el rostro. Me gusta que seas una persona sonriente, aunque me imagino que no debes de salir así todos los días. También sé que la oficialidad te cuestiona, hace las cosas más estables, con todos los matices que la estabilidad puede generar. Pero por alguna razón, tengo esta certeza de fundamentos intuitivos de que estas caminando por donde tenés que caminar.

Te veo, nos veo y me encanta este juego. Al final estas son todas decisiones y está bien. Las decisiones están bien y aunque me cuesten y me lo tenga que recordar, yo ya aprendí desde chica que en el poder decidir está la libertad.

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