el número 4
La cara le picaba y un poco le quemaba, estaba caliente. ¿Qué era? ¿El ómnibus de ayer de madrugada con el calefactor a mil? ¿La sequedad de su nueva casa? Hoy se sentía extraña, con ganas de ir al baño y de llamar a su mamá. Los lectores podrían preguntarse si hay algo extraño en estas dos cosas, pero aún no conocen su cronograma intestinal ni la relación con su madre.
No vamos a hablar de la inestabilidad de sus heces, pero podemos hablar de la relación con su madre, porque seguro a alguien le puede llegar a interesar más. ¿Qué decir? Su madre es un personaje (¿no somos todes un personaje?). En fin, la típica mujer de cincuenta y tantos a la que le podemos decir “personaje” como si fuera un adjetivo. Sagitariana en harapos y en libertades, casa de inciensos y puntos de energía. Hace zumba, equitación y lee a viejes en asilos de ancianos. Había trabajado como policía, pero la jubilaron antes porque se hizo mal a las rodillas y algunos doctores catastrofistas le dijeron que, si seguía con su estilo de vida, iba a terminar en una silla de ruedas. Se recuperó completamente, claro, lo dicen sus actividades favoritas.
Hasta acá todo bien, simpática y extravagante la mujer, esa madre que quien no la conoce dice cómo me gustaría que fuera la mía. Pero como es sabido, ser simpática y extravagante no te hace una buena madre. Y aunque la escritora no está segura de cuales son las cosas que te hacen ser una buena madre, puede entrever que ser emocionalmente dependiente de tus hijes no seria ideal. María Carmen, o Maricarmen como le decían sus amigas o las amigas de su hija, tenía una inestabilidad emocional que volcaba especialmente en su única hija. Las mujeres entendemos a las mujeres, decía mientras le comentaba cómo no sabía qué hacer con sus plantas hongueadas, razon por la cual había llorado media hora al teléfono con su hija diciéndole que todo lo que ella tocaba se llenaba de moho y putrefacción, como su hija propia, que se veía que estaba un poco amohada, sin vida, le faltaba hierro, ustedes veganas no saben lo que hacen, pero se que es mi culpa lo del veganismo, no te tendia que haber llevado a la carneada de chica.
Tenía una obsesión con el número 4. Algo que solo le contaba a algunas personas. Perseguía el número cuatro como si fuera una especie de señal. Cuatro. Nunca supo desde cuándo, no es que ella o algún familiar haya nacido un cuatro, de hecho, le parece extraño que ninguno de su familia haya nacido en una fecha que contenga un cuatro. Le gusta la forma del cuatro, la rigidez y la puntita que parece una nariz. El cuatro es muy de policía. El cuatro está en todo: las estaciones, los puntos cardinales, las fases de la luna, las fases menstruales, las operaciones matemáticas (resta, suma, multiplicación y división), los elementos. Llegó al punto de creer que estaban mal los sentidos, porque el gusto y el olfato estaban tan relacionados que no se podían dividir.
Fue un poco así toda la vida, pero empeoró en la adolescencia de su hija, cuando ya la vio grandecita para empezar a contarle sobre sus nuevos novios, mostrarle los sexting y pedirle consejos, llamarla desde el hospital a las 4 de la mañana para ir a acompañarla a sacarse el vibrador que pensaba que se podía usar en el ano, pero no, al final estaba equivocada, claramente. Entre pedidas de disculpas, risas, hacerse la mamá canchera con las enfermeras, ay, ahora quedas traumada con una mamá así.
Y sí, pero no por el vibrador, sino por todo lo demás. La manipulación y la necesidad de reafirmación de su madre la tenían completamente superada. A veces le venía bien porque podía culparla por todas las cosas que no llegaba a hacer: la procrastinación, el no llevar las cosas a tiempo al trabajo, su mala suerte en el amor. Todo culpa de una madre que le costaba tiempo y energía de vida, que no permitia su desarrollo, que la queria toda para si.
Por eso, el llamarla hoy le parecía demasiado. Su vieja nunca fue mucho de entender su lugar en las situaciones; seguramente se aparecería con galletitas, un mate con coco y una amiga de la escuela de policia que no veía hace mil años pero que justo encontró en la panadería y le pareció una buena idea traerla para ver si conocer a alguien nuevo la alegraba. Se rió, exactamente esto había pasado la ultima vez. Tomó su celular y miró su lista de marcado rápido: número 4, eliminar. ¿Estás segura de que quieres eliminar? Sí. Número de marcación rápida eliminado. Ahora sí, marcacion rapida número 1, llamando a mamá.
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