La naranja y la amarilla

Se cae la luz y sólo nos quedan dos velas, naranja y amarillo matiz. He ido tanto a buscarlas que ya la señora me mira y sabe, entre eso y las paçoquitas tenemos una relación especial.

Nos quedamos sin luz. La oscuridad y lo tenuo de la vela nos encuentra mirándonos a lo lejos. Las sombras te marcan y desdibujan esa cara que ya conozco, que creo que se de memoria pero que me sorprende una vez más. Hablas de proyectos, de los miles de proyectos de los cuales querés que yo forme parte, hablás de los millones de pelos de tu gato y de como tus amigas ahora son amigas de tu mamá. Intento disimular la envidia que se me esconde en el interior de mis pómulos, es que a mi también me parece fascinante el vínculo que lograron, nunca tuve ese tipo de relación con tu mamá. Ni con la mía. 

Y mientras pienso en cómo me gustaría tomar un té completo en Lion d'Or con tu mamá y con mi mamá, veo a través de estas dos velas que pendulean y tintinean, la naranja y la amarilla, como tu cara a lo lejos tiene otra madre y otras amigas, tiene un perro en vez de un gato y más ganas de hacer proyectos solo que conmigo. Me sorprendo, pero te dejo hablar. En tus palabras descubro que el sentido se pierde. Yo, que conozco tanto tu cara, que la dibujé mil veces, nunca la había visto así. Nunca nos había visto con esta luz. Y de un momento al otro ya no se como relacionarme contigo, me pongo un poco nerviosa, pero no quiero que se note. ¿Quién sos? Veo que también la extrañeza te invade, yo también te parezco rara. 

Poco a poco percibo que te deseo en las luces cálidas que me deja ver tu nuevo rostro, pero más que nada te deseo en los huecos de sombras imperfectas que no había percibido jamás. Hoy tengo la suerte de que la luz se vaya y que las velas sean lo único que tengo para alumbrarnos. Los pómulos que nunca te vi, las manchas del acné que lucen en donde estén. Tus ojos que son más oscuros bajo esta calidez y bajo mis ganas de comerte entero. Te veo hablarme y mi sexo ya está entendiendo otra cosa. Yo solo puedo mirar como tus dientes aparecen tímidos por entre tus labios carnosos. Este espiral, este cable a útero que me arrastra todo el cuerpo hasta dejarme tendida en el piso, a tus pies.

Te reís y agradezco al cielo que conozco tu risa íntima, la que sólo usas cuando estás conmigo.  

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