Entradas

el número 4

La cara le picaba y un poco le quemaba, estaba caliente. ¿Qué era? ¿El ómnibus de ayer de madrugada con el calefactor a mil? ¿La sequedad de su nueva casa? Hoy se sentía extraña, con ganas de ir al baño y de llamar a su mamá. Los lectores podrían preguntarse si hay algo extraño en estas dos cosas, pero aún no conocen su cronograma intestinal ni la relación con su madre. No vamos a hablar de la inestabilidad de sus heces, pero podemos hablar de la relación con su madre, porque seguro a alguien le puede llegar a interesar más. ¿Qué decir? Su madre es un personaje (¿no somos todes un personaje?). En fin, la típica mujer de cincuenta y tantos a la que le podemos decir “personaje” como si fuera un adjetivo. Sagitariana en harapos y en libertades, casa de inciensos y puntos de energía. Hace zumba, equitación y lee a viejes en asilos de ancianos. Había trabajado como policía, pero la jubilaron antes porque se hizo mal a las rodillas y algunos doctores catastrofistas le dijeron que, si seguía...

Mi piel

Me propuse escribir sobre mi piel todos los días por una semana. No lo logré, claro está. hay semanas en las que me es más fácil cumplir mis promesas y otras en las que no, no me molesta, estoy aprendiendo a abrazar mi TDAH autodiagnosticado. Es que no logre el objetivo principal, pero fui viviendo los procesos que me atravesaban a través de mi piel.  Para empezar, me gusta mi piel. Siempre me gustó. es suavecita y esta llena de lunares a los que por suerte no temo.  Me gusta mi piel, de verdad, hasta los pequeños granitos en los costados de mis nalgas. Me gusta como se siente al contacto. Cuando era adolescente tenía esta verguenza inconmensurable por mis estrías decorando la parte interna de mis piernas o los costados de mi cadera, ahora me parecen un tatuaje blanco, una decoración. boh, casi ni se ven porque son blancas. Y yo también.  Escribir del color blanco de mi piel me hace inmediatamente hablar y pensar en su sensibilidad. Una vida de protectores +50, del olor d...

¿Volvemos?

Dije que iba a escribir antes esta semana, me encanta tener el tiempo de revisitar lo escrito y reescribir si es necesario, estar segura de lo que mando al mundo. Pero no. Esta semana no. Es domingo, es la mañana del domingo 23 de febrero y no tengo ninguna base a la cual revisitar. Cualquiera se podría preguntar el por qué de sentir que tengo que escribir para este blog. Pero me centra, me encuentra, me divierte leerme unos meses atrás en algo que de alguna forma u otra lancé al mundo. Qué interesante esto de lanzar al mundo. Escribamos sobre eso: Cuando empecé a tener este blog como rutina semanal, me encendía el hecho de que había algo mío publicado en internet de lo cual nadie sabía. Era como un pequeño secreto conmigo misma, una forma de navegar la picardía en el misterio y el secreto. Me encendía y por esa misma razón lo mantuve así, nutrido por el simple hecho de querer jugar. Hasta el día de hoy es eso. Hay veces que no me gusta lo que escribo, hay veces que Doris (mi censora) ...

Caídas a los 12

Podría hablar tanto del árbol afuera de mi ventana. No hay lugar más seguro y romantizado que el sol pegándole a mi cama y a mi, acostada recibiendo los huecos de luz y trasparencias verdes. Podría hablar horas de como mi papá ponía música fuerte los fines de semana por la mañana, especialmente los domingos que no había que laburar y nos despertaba con una playlist que iba desde Arjona a Larbanois Carrero. Podría hacerlo, pero no, quiero contarles de su árbol. Ella también creció con un árbol afuera de su ventana y también los rayos de sol le pegaban a la hora de la siesta. Pero su árbol fue más que un sostén, fue el peligro. Estaba creciendo demasiado y sus raíces ya por debajo de su casa estaban haciendo estragos en la estructura y estabilidad de su hogar. La decisión de cortarlo significó dejar la infancia, comenzar la adolescencia, iniciar el supuesto debacle de su historia vital. Comenzó su cumpleaños de 12 con un árbol menos. Si, así de crudo, pero es que los tiempos de los adult...

Su sillón

Imagen
El sol pegando en la ventana hacía efecto lupa y le quemaba la espalda. Le gustaba. Todos los años en esta época, el frío exterior lograba que su espalda se convirtiera en una roca o millones de roquitas juntas, haciendo imposible levantar los brazos sin sonar como dos palitos golpeteando entre si. Más de una vez intentó hacer periódicamente algún tipo de estiramiento, yoga para la espalda, estos videos de chinos que se saben automasajear, pero lamentablemente generar hábitos nuevos nunca fue su fuerte. Se decía que era un período, que a veces los hábitos van y vienen, que es parte de la humanidad, pero con estas escusas pasó casi una semana sin lavarse los dientes. No es recomendable. Esta tarde era especial, tenía el día libre y su hermana se había llevado al perro para la casa de sus padres, estaba solo, pero acompañado por el sol invernal y un café evaporante. Le encantaba mirar por la ventana como los árboles jugaban al viento convirtiendo en figuras extrañas cada una de las sombr...

Vivir las cosas como si fuera la primera vez

Se cayó la cortina de nieve que se había formado fuera de la ventana de mi cuarto y me dio pena: yo quería verla caer: sentir el ruido que hizo al deslizarse por el techo para golpear el suelo, saber si cayó toda de una o si se fue derritiendo poco a poco. Todo fue esta mañana y yo no estuve para verlo. Me despertaron las horas de sueño completas, y por más que lo intenté, no pude volver a dormir. Boca seca de dormir al lado de un calefactor que tuve que prender a la mitad de la noche porque hacía frío. Y ahora la nariz y los codos por fuera de las cobijas. Pero la mayor parte de las veces son los pies y eso sí que es difícil de gestionar. Ahora el sol me da en el pecho y en la mejilla izquierda, esa en la que tengo un lunar coronando un pómulo. Me giro un poco para que me tome toda la cara y esbozo una sonrisa. Estas son las cosas. Los pequeños bloques de nieve siguen cayendo mientras lo demás hace lluvia gotera que se derrite al sol. El corazón me palpita y entiendo que quiera salirs...

Anastasia

No se imaginaba la respuesta que ella le iba a dar mientras la miraba desde los últimos bancos de la iglesia. Se imaginaba otras respuestas, pero no esa. La iglesia de los domingos se encontraba llena un jueves y ella estaba ahí. Ella. Hacia años era parte de esa congregación y nunca la había visto en ese contexto. Hacía años no la veía. Un poco después de la muerte de su esposa se había propuesto estar más cerca de alguna religión, nunca había sido muy creyente en nada, pero sentía que a las personas que creían mucho en Dios no le pasaban tales desgracias. Obviamente que frecuentando la iglesia comenzó a darse cuenta que todo el mundo, independientemente de su credo, viene acompañado por las miserias. Empezó a dudar un poco de todo esto de Dios y su funcionamiento, pero el conocer personas nuevas y maravillosas, lo llevó a tomar la decisión de quedarse en esta comunidad eclesiástica. Gente linda, decía. Por ejemplo Juan Carlos. Juan Carlos había sido el cocinero del restaurant del pue...