De un espacio y un Halloween sin final

La actual casa de mi tía era la casa de mi abuela. Ahora creo que le digo la casa de la tía, si. La casa de la tía ¿Cuándo una cosa cambia de propiedad? ¿Es el tiempo el que lo marca o tiene que ver más con la apropiación? Seguro no es cosa de papeles ni nada por el estilo. En el caso de mi tía estoy segura de que se trata de la apropiación. Lo que alguna vez fue la casa de la abuela, para ella era la casa de mamá, o mi casa de Valdense. Ahora, con todos sus proyectos, construcciones, piscina y jardín, la casa se convirtió en suya y me encanta que así sea.

Pero la casa de la abuela Dorita nunca fue la del abuelo Claudio y está claro el por qué: mis dos abuelas se llamaban Dora. Durante nuestra niñez, la única forma que teníamos para diferenciarlas era a una ponerle diminutivo y a la otra dejarle el nombre que tenía escrito en la cédula. A mi abuela Dorita, la antigua dueña de la casa, su mamá quería registrarla legalmente como Dorita, pero hace 93 años atrás, por alguna razón extraña, el tipo del registro se puso milico y le dijo que no, que no se aceptaban diminutivos. Dora Celestina, o Dorita Celestina para su gente cercana. A veces era tremendo el pedo porque a mi abuela Dora todo el mundo le decía Dorita. Imagínense tener 6 años y que te pregunten: ¿y como está Dorita? Pedos. Con el tiempo entendimos quién nos hablaba de quién y dejó de ser un problema identitario de abuelas. 

Más allá de lo que podamos decir de nombres de abuelas, yo tengo tantos recuerdos de esa casa que hoy quedan lejos, pero que cada vez que comparto con mi abuela Dorita, ella tiene para contarme que iba todos los días (o día por medio) a comer algo ni bien salía de la escuela: buñuelitos, cremita de postre o tomar juguito de la abuela. Más diminutivos pues comida cuando una es chica. Mi madre a veces no entendía por qué llegábamos a casa y no teníamos hambre. Mi abuela se acuerda hasta el día de hoy de eso. 

Pero al contrario de los recuerdos que me comparte en loop, uno de los momentos que viene primero a mi mente fue la vez que no nos dejaban ir a pedir caramelos para Halloween y nosotras, como todos los años, pedíamos para pasarlo en la casa de la abuela porque era más céntrica y pasaba más gente disfrazada. Ese año, mi tía nos llevó para atrás y agarró los trapos con los que nos sabíamos disfrazar cada vez que venía mi prima Luchi, nos pintó la cara con un labial viejo y nos hizo salir por la puerta de la cocina. Shh, no se rían, vamos suavecito y tocamos timbre, así la abuela nos da caramelos. Y así lo hicimos. Todavía recuerdo la sorpresa seguramente fingida de mi abuela, decirnos: y ustedes quiénes son? Y volvimos por la puerta de la cocina. entre risitas y hacernos las desentendidas con mi abuela - claro está que no tomábamos en consideración que teníamos toda la cara llena de labial viejo y que la abuela solo seguía el juego. Siempre le voy a agradecer esa magia a mi tía. 



Hoy publico más tarde. Pensé había terminado de escribir y ya estaba programado para publicar. ¿Cuántas personas saben que publico a las 16:30, más o menos, todos los domingos? ¿Hay alguien esperando? Así, si lo hay como si no lo hay, para mi es un contrato conmigo misma. ¿Y si se vence? Que se venza, es a mi a quien tiene que hacerle sentido. Hace un tiempo lo descubrí y cambió mi forma de percibirme. 

Sería lindo que alguien lo esperara igual.

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