Sean sinceres con la psicóloga
Cuando Mariana salió de la psicóloga y vió que su bici no estaba, decidió no volver a entrar. No había nada que la psicóloga pudiera hacer en este momento más que darle un abracito y no sabía si era profesional requerir ese contacto de ella. Además seguro estaba por empezar la próxima sesión y no quería ser de esas pacientes que roban más tiempo del estipulado. Agarró su casco y comenzó a caminar lentamente hacia la parada del ómnibus, mientras las lágrimas caían por sus pómulos invernales. Hacía frío. Si, hacía frio y ahí comenzaba la lluviecita helada y el paralelismo psicocósmico y la puta madre que te la remil parió. Yo lo sabía, se dijo. Lo sintió cuando dejó la bici sin candado en ese patio que muchas veces había cumplido excelentemente su función. Llegó a pensar en que la había dejado a propósito. Pero no nos sorprendamos mucho de esta idea, recordemos que ella salía de la psicóloga preparada para seguir analizando sus acciones, principalmente las inconscientes. La no...