Hasta que se acabe la batería

Demasiados movimientos en mi pecho e intento hacerme responsable porque decidí este presente. En este viaje me está siendo difícil encontrar los momentos para escribir, para encontrarme con mi idioma y plasmar unas palabras en un papel, o incluso en la facilidad de la computadora. Estoy aprendiendo un nuevo idioma y hablo generalmente en otro que tampoco es mi lengua madre. Quizás por esto dibujo. 

Estos días no he parado de dibujar y al escribirlo mis oídos deciden convidarme con un tinnitus. ¿Qué significará? El miedo de salirme de mis líneas, de pintar más allá del borde. A veces me gustaría viajar por el mundo pintando murales, de esas deseos teñidos y basados en ideales. Nunca pinté un mural en mi vida, lo sabemos todes. Una vez puse mis manos con pintura en una obra de arte colectiva que ahora no existe más. Te debés de re insolar pintando murales y yo estoy re blanca y soy re propensa a la insolación. Aunque ahora me baño en el mar.

Tengo la alerta que indica que me queda poco tiempo para terminar de escribir y espero no olvidarme de que esto lo tengo que publicar mañana. Empiezo un campamento después de años y en otra lengua, lo cual me tiene emocionada y por alguna razón, me siento preparada. No es que mi italiano ande tan mal, pero es que son 45 niñes de 9 a 11 años corriendo por la montaña. Maravilloso. Estoy agradecida, aunque a veces lo demás nuble, la urgencia demande de mi la capacidad de apreciación. Miro como las nubes tapan las montañas, como la pequeña lluvia no deja de acompañarnos. Miro para afuera de la ventana y me digo, que verga hago escribiendo sola en un saloncino. Me agradezco por serme fiel.

Apreciar ser yo en el mundo, no contra el mundo. Decidir con qué llenar mis huecos, como hacer para dormir, como hacer para encontrarme con el sentido de las cosas en el silencio necesario. A veces hay demasiado ruido incluso cuando estamos en el medio de la nada. A veces la tinnitus aparece cuando querés escuchar que es lo que te dicen las tripas llenas de pizza de berenjena y zucchini. Estoy en Italia por un tiempo más, por unos meses más. Vorrei divertirmi. Vorrei trovarmi. Vorrei mangiare. Vorrei sentire la mia voce e i suoni degli uccelli che mi ricordano a casa.

Termino de escribir y aún me queda tiempo, entonces me juzgo y pienso que quizás todo esto es muy paloma y a quién se le ocurre publicar algo así en un blog que no lee nadie. A ver... yo soy paloma, bien paloma, y es momento que lo asuma. Que todas mis canciones hablan de amor y que aunque aparentemente me hago la dura, todas las historias de amor me duelen. Que tengo miedo que mis abueles se mueran antes de que llegue de vuelta, que tengo miedo a tomar otros caminos de los que ya marqué para mi. Que soy envidiosa de las personas que tienen lo que yo se supondría que tendría que tener, pero a la vez no lo se, porque la exploración de mi deseo colisiona con el hacer del mundo un lugar menos doloroso para les otres pero un poco más complicado para mi. O al menos eso pienso. Que soy el personaje principal de mi novela pero que convivo con el sentir de que soy también el de les demás. Que estoy aprendiendo a no tener el control, ni la última palabra. Que me gusta, que me asusta. Que me voy. Que vamos a bailar un poco para festejar que somos y estamos. Que mañana empiezo un campamento después de 4 o 5 años. Que es nuestra forma de tener poder y de llamar la atención, de sentirnos importantes, somos gracioses les recreadores.

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